¿Alguna vez has pensado en encerrar a tu hijo en su habitación por la noche para que se duerma o para castigarlo por algún motivo? Si es así, debes saber que esta práctica puede tener consecuencias negativas para su desarrollo físico, emocional y social. En este post te explicamos por qué no es una buena idea encerrar a un niño en su habitación por la noche y qué alternativas puedes usar para mejorar su sueño y su comportamiento.
¿Por qué no es bueno encerrar a un niño en su habitación por la noche?
Encerrar a un niño en su habitación por la noche puede ser una forma de ejercer poder y control sobre él, pero también puede ser una señal de impotencia y frustración por parte de los padres. Sea cual sea el motivo, esta práctica puede tener efectos negativos para el niño, como:
– Miedo: El niño puede sentirse solo, abandonado y desprotegido al estar encerrado en un espacio oscuro y sin contacto con sus figuras de apego. Esto puede generarle ansiedad, estrés y pesadillas, que dificultan su sueño y su bienestar emocional. Además, el miedo puede hacer que el niño desarrolle conductas de evitación o apego excesivo hacia sus padres, lo que afecta a su autonomía y a su autoestima.
– Ira: El niño puede sentirse incomprendido, humillado y castigado injustamente al estar encerrado en su habitación por la noche. Esto puede generarle rabia, resentimiento y rebeldía hacia sus padres, lo que afecta a su relación y a su comunicación. Además, la ira puede hacer que el niño desarrolle conductas agresivas o desafiantes hacia sus padres u otras personas, lo que afecta a su convivencia y a su adaptación social.
– Culpa: El niño puede sentirse responsable de haber provocado el enfado o el rechazo de sus padres al estar encerrado en su habitación por la noche. Esto puede generarle culpa, vergüenza y baja autoestima, lo que afecta a su imagen y a su valoración de sí mismo. Además, la culpa puede hacer que el niño desarrolle conductas sumisas o perfeccionistas hacia sus padres u otras personas, lo que afecta a su expresión y a su creatividad.
¿Qué dice el psicólogo español Tomás Navarro al respecto de este tema?
El psicólogo español Tomás Navarro es autor del libro «Fortaleza emocional», donde ofrece consejos para desarrollar la resiliencia y superar las adversidades. En una entrevista para el periódico La Tercera, Navarro habló sobre las consecuencias que el encierro por la pandemia podría tener en los niños. Entre otras cosas, dijo:
«Los niños necesitan salir al aire libre, jugar con otros niños, explorar el mundo y aprender de él. Si les privamos de eso, les estamos privando de una parte esencial de su desarrollo».
«Los niños son muy sensibles al estrés y a las emociones de los adultos. Si los padres están nerviosos, ansiosos o tristes por la situación, los niños lo perciben y lo interiorizan. Por eso es importante que los padres cuiden su salud mental y transmitan calma y seguridad a sus hijos»
«Los niños necesitan rutinas, límites y normas para sentirse seguros y orientados. Pero también necesitan flexibilidad, comprensión y afecto para sentirse queridos y respetados. Los padres deben encontrar un equilibrio entre ser firmes y ser cariñosos con sus hijos»
¿Qué alternativas puedes usar para mejorar el sueño y el comportamiento de tu hijo?
Si quieres mejorar el sueño y el comportamiento de tu hijo sin recurrir a encerrarlo en su habitación por la noche, puedes probar estas alternativas:
Establece una rutina de sueño que sea regular, relajante y adaptada a las necesidades de tu hijo.
Esto le ayudará a regular su reloj biológico y a asociar el sueño con hábitos saludables. Por ejemplo, puedes bañarlo con agua tibia y jabón suave, leerle un cuento que le guste y le transmita valores positivos, darle un beso y decirle que le quieres y que le deseas buenas noches, y apagar la luz a la misma hora cada noche. Evita las pantallas, las luces fuertes y los ruidos que puedan alterar su sueño, ya que pueden estimular su cerebro y dificultar su relajación. Si tu hijo necesita una luz tenue o un sonido suave para dormir, puedes usar una lámpara o un reproductor de música que se apaguen automáticamente después de un tiempo.
Respeta el ritmo y las preferencias de tu hijo a la hora de dormir.
Respeta el ritmo y las preferencias de tu hijo a la hora de dormir. Cada niño tiene su propio proceso de transición al sueño, que depende de su edad, su personalidad y su estado de ánimo. Algunos niños necesitan más tiempo para quedarse dormidos, otros necesitan un peluche o una luz tenue para sentirse cómodos. No le presiones ni le compares con otros niños, ya que eso puede generarle ansiedad o inseguridad. Dale espacio y confianza para que se duerma solo, pero hazle saber que estás cerca y que puedes acudir si te necesita. Si tu hijo tiene dificultades para dormirse, puedes ayudarle con técnicas de relajación, como respirar profundamente, visualizar un lugar agradable o hacer un masaje suave.
Acompaña a tu hijo si tiene miedo o se despierta por la noche.
Es normal que los niños tengan miedo a la oscuridad, a los monstruos o a separarse de sus padres. También es normal que se despierten por la noche por algún ruido, una pesadilla o una necesidad fisiológica. No le dejes solo ni le regañes por llorar o pedirte ayuda. Abraza a tu hijo, háblale con cariño y tranquilízalo hasta que se calme. Explícale que no hay nada de qué tener miedo y que tú estás cerca para protegerlo. Si tu hijo tiene pesadillas recurrentes, puedes ayudarle a identificar y expresar lo que le preocupa durante el día, y a cambiar el final de la historia por uno más positivo antes de dormir.
Refuerza el comportamiento positivo de tu hijo con elogios, sonrisas y gestos de afecto.
Cuando tu hijo se comporte bien, cumpla las normas o haga algo bueno, hazle saber que te has dado cuenta y que te ha gustado. Usa palabras sinceras, específicas y positivas para alabar sus logros, sus esfuerzos y sus virtudes. Por ejemplo, puedes decirle: «Me ha encantado cómo has ordenado tu habitación», «Has trabajado muy duro para sacar buena nota en el examen», «Eres muy generoso al compartir tus juguetes con tu hermano». También puedes mostrarle tu afecto con sonrisas, abrazos, besos o caricias. Hazle saber que le quieres y que estás orgulloso de él. Esto le ayudará a mejorar su autoestima y su motivación, y a repetir los comportamientos positivos.
Corrige el comportamiento negativo de tu hijo con firmeza, pero sin violencia ni humillación.
Cuando tu hijo se comporte mal, desobedezca las normas o haga algo malo, hazle saber que no te ha gustado y que esperas que no lo vuelva a hacer. Usa un tono de voz serio, pero calmado y respetuoso. No le grites, le pegues o le insultes. Explica a tu hijo qué ha hecho mal, por qué está mal y qué consecuencias tiene. Por ejemplo, puedes decirle: «Has pegado a tu hermana al jugar con ella. Eso está mal porque le has hecho daño y la has hecho llorar. Además, así no vas a tener amigos ni a divertirte. Ahora tendrás que pedirle perdón y dejarle jugar con tus juguetes». Impónle una sanción proporcional y coherente con la falta cometida. La sanción debe ser educativa, no punitiva. Debe servir para que el niño repare el daño causado, reflexione sobre su error y aprenda a hacerlo mejor la próxima vez. La sanción debe estar relacionada con el comportamiento negativo y ser acorde a la edad y al desarrollo del niño. Por ejemplo, puedes quitarle la tele por un día, hacerle hacer una tarea extra en casa o mandarle a su habitación un rato. Hazle entender que le corriges porque le quieres y quieres que aprenda. No le hagas sentir que le rechazas o que le castigas por capricho. Hazle ver que confías en él y que sabes que puede mejorar.
Navarro afirma que:
«Los límites son necesarios para educar a los hijos en el respeto, la responsabilidad y la convivencia. Los límites les ayudan a entender qué se espera de ellos, qué pueden y qué no pueden hacer, y qué consecuencias tiene su comportamiento».
«Los límites deben ser claros, coherentes y consensuados. Los padres deben ponerse de acuerdo entre ellos y con los hijos sobre las normas y las sanciones. Los límites deben ser explicados y entendidos por los hijos, no impuestos arbitrariamente».
«Los límites deben ser flexibles, no rígidos. Los padres deben adaptarse a las circunstancias y a las necesidades de los hijos. Los límites deben revisarse y modificarse según la edad y el desarrollo de los hijos».
«Los límites deben ser positivos, no negativos. Los padres deben enfocarse en lo que quieren que sus hijos hagan, no en lo que no quieren que hagan. Los límites deben reforzar los comportamientos positivos y prevenir los negativos».
Dialoga con tu hijo sobre sus sentimientos, sus necesidades y sus problemas.
Escucha a tu hijo con atención, interés y empatía. Valida sus emociones y ayúdale a expresarlas de forma adecuada. Ofrece a tu hijo tu apoyo, tu consejo y tu solución si te lo pide. La comunicación con los hijos es fundamental para su bienestar emocional y su pensamiento positivo. Debes explicarles lo que pasa de forma sencilla y adaptada a su edad, darles información veraz y actualizada, aclarar sus dudas y desmentir los rumores o las falsas creencias.
En el libro «Piensa bonito» Navarro afirma que:
«La comunicación es la base de la relación entre padres e hijos. La comunicación nos permite conocer mejor a nuestros hijos, entender qué les pasa, qué les preocupa, qué les ilusiona. La comunicación nos permite transmitirles nuestros valores, nuestras expectativas, nuestro cariño».
«La comunicación debe ser bidireccional, es decir, debe haber un intercambio de información y de emociones entre los padres y los hijos. No se trata solo de hablar, sino también de escuchar. No se trata solo de dar órdenes, sino también de negociar. No se trata solo de corregir, sino también de elogiar».
«La comunicación debe ser asertiva, es decir, debe expresar lo que pensamos y sentimos de forma clara, respetuosa y honesta. No debemos callarnos lo que nos molesta o nos duele, pero tampoco debemos gritar o insultar. Debemos buscar el momento y el tono adecuados para comunicarnos con nuestros hijos».
Encerrar a un niño en su habitación por la noche puede parecer una solución fácil y rápida para algunos padres, pero en realidad es una práctica perjudicial e ineficaz para el niño. Por eso te animamos a que pruebes estas alternativas más respetuosas y efectivas para mejorar el sueño y el comportamiento de tu hijo.